Las ánimas de las ahorcadas by Unknown

Las ánimas de las ahorcadas by Unknown

autor:Unknown
La lengua: eng
Format: epub
ISBN: 0000000000000
publicado: 2023-06-26T13:03:50+00:00


La niebla hacía que Toboso tuviese que ir a una velocidad reducida por las carreteras de la llanura hasta casi La Solana, donde se empezaba a romper. La sierra de San Carlos del Valle ofrecía jirones de esta niebla que se deslizaban tristemente por sus laderas, sabiendo que su fin estaba cerca. Toboso fue el encargado de contarle a Nieves lo que había sucedido en el interior de comisaría mientras ella hablaba con su madre. Teresa guardaba silencio, con cara de haber dormido poco.

—Los compañeros han trabajado duro estas últimas horas, tanto en comisaría como en la cárcel. Muy a primera hora contactaron con ellos y resulta que están juntos en la iglesia de San Carlos del Valle. Se conocían entre ellos sin tener nosotros ni la más remota idea. Hay un punto raro en todo esto, y es que tanto Angelita como Lorenzo dejaron su DNI verdadero en la cárcel, como si no les importara que en algún momento los fuésemos a pillar. Es difícil pasar a una prisión engañando, pero podrían haber usado una identidad falsa, lo hemos visto otras veces. Esto contrasta con el silencio que han mantenido, no sé por qué no nos avisaron ni antes ni después.

—Porque tú no los hubieses dejado, Ramón —contestó Nieves desde el asiento de atrás.

—¿Y prefieren que los pillemos y eso nos haga sospechar? En fin, enseguida descubriremos su motivación.

—¿Y si ellos indujeron al suicidio al marido de Marina? Ojo, porque podría ser grave el asunto —dijo Nieves mientras abría una rendija de la ventanilla del coche.

—Cierra, Nieves, que estoy helada —pidió Teresa en cuanto la vio.

Nieves no rechistó.

—Teresa, ¿qué te pasa? Estás destemplada y te veo una cara regulera.

—He dormido poco, de estas veces que das vueltas en la cama y no coges el sueño. Ojalá hoy me pueda echar la siesta. Y, si no, pues mira, esta noche caeré rendida sin opción a que me pase lo mismo.

«Como les diga que, supuestamente, un espíritu me ha dicho que el caso no está cerrado, me toman de loca de por vida», concluyó en su mente.

—Con suerte, hoy solo echamos la mañana —contestó Toboso poniendo una mano encima de una pierna de Teresa—. Por cierto, Nieves, ahora que veo ya a lo lejos el perfil de la iglesia de San Carlos del Valle entiendo lo del Vaticano de La Mancha.

Unos kilómetros más adelante, se apareció el pueblo que da acceso al corazón del Campo de Montiel. Dejaron el coche en la avenida del Azuer para hacer a pie los escasos metros que los separaban de la playa Mayor. Aunque las autoridades policiales no consideraban que hubiera riesgo de fuga de Lorenzo y Angelita, había un discreto operativo con algunos agentes de uniforme y de paisano merodeando por los alrededores de la iglesia.

—Esto es impresionante —admiró Teresa en cuando pasaron a la plaza.

—El conjunto barroco de plaza, iglesia y mesón-hospedería es espectacular —recalcó Nieves, entusiasmada—. Es inevitable que los ojos acaben en la cúpula, con su linterna y el obelisco para rematarla.



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